Oposición Cabeza-Sexo
Por Alberto Espinosa Orozco
I
Hay una oposición natural entre la cabeza humana y los órganos genitales. En efecto, el instinto
sexual representa, a decir de Schopenhauer, la voluntad del propio cuerpo, la
autoafirmación del cuerpo y de la voluntad de vivir. La satisfacción del
instinto sexual, así, al objetivar al cuerpo en sus partes genitales
lleva a cabo la conservación y la autoafirmación del cuerpo –volviéndose así
fácilmente presa del egoísmo cuando se convierte en negación del esa voluntad
afirmada en el otro, que es cuando la voluntad del primero traspasa o despoja los
límites expresos de la voluntad del segundo para aumentar los suyos propios,
expresando con ello su voluntad de poderío, de dominación, y cometiendo de tal manera una
injusticia -que es lo que se conoce vernácula como "amar a la mala", negando la libertad, la voluntad o el querer del otro.
El rasgo del egoísmo subsume el de la maldad, cuando menos el de la
competencia, así, pues no significa entonces otra cosa que el del individuo que
lo quiere todo para sí, o por lo menos dominar todo lo posible a su alcance, y arrollando a todo aquello que
le oponga resistencia.
Tanto en el animal como
en el hombre en estado natural el instinto sexual se manifiesta como la más
decidida y enérgica afirmación de la voluntad de vivir, en tanto constituye
tanto para el animal como para el hombre el fin último u objetivo supremo de la
vida -de ahí que la sexualidad se valore como lo más alto por el vulgo, o el vulgar sarraceno.
El acto genésico expresa efectivamente la fuerza del instinto, implicando la más
positiva afirmación de la voluntad de vivir pura y sin mezcla - apareciendo en
la Naturaleza como consecuencia de tal acto un nuevo individuo, enlazando cada
generación de vivientes con las anteriores y la venideras, perpetuando así el género
humano (siendo el procreador diferente al ser engendrado, pero desde el punto
de vista de la Idea idéntico a él). La satisfacción del instinto sexual, la
afirmación de la voluntad de vivir, rebasa al propio cuerpo del individuo en la
procreación de un nuevo individuo –afirmándose en el individuo, sin embargo, el dolor y la
muerte, ya que el tiempo es el principio mismo de individuación (la historia).
Dolor y muerte son así partes integrantes del fenómeno de la vida, -pero desde el punto de vista de la Idea es considerado vergonzoso el acto sexual. Ello se debe a que los órganos
genitales están así, más que cualquiera otras partes del cuerpo, en inmediata
subordinación a la voluntad y completamente emancipados de la inteligencia,
mostrándose entonces la voluntad casi enteramente divorciada del conocimiento,
obrando la voluntad, como en la Naturaleza inconsciente de los vegetales,
ciegamente (el falo griego y el lingam indio no son sino símbolos de veneración
de la afirmación de tal voluntad de vivir, como principio que conserva la vida asegurándole a la especie (raza, tribu o nación) una existencia infinita en el tiempo, pues a pesar de la muerte del
individuo se asegura la vida a la voluntad de vivir por la relación de generación.
Las
partes genitales son así el punto incandescente de la voluntad y el polo
opuesto al cerebro y de la inteligencia –la otra faz del mundo, la del mundo
como representación, donde interviene el conocimiento, que se aparta del servicio
de la voluntad instintiva, impulsando al hombre a la contemplación estética y a la renuncia
de sí en el orden moral.
Cuando la voluntad se exalta presa de las grandes
pasiones y de la emociones violentas se condena a excederse por el costado de la afirmación
del propio cuerpo, no limitándose a conservar la propia existencia, sino negando la de los demás, tratando de suprimir la voluntad del otro, mirada como opuesta cuando es un obstáculo para lograr sus
fines. Por lo contrario, la inteligencia es aquello que hace posible la afirmación
del amor –y por lo tanto la victoria sobre el mundo ( de las fuerzas tiránicas de la naturaleza) y su aniquilamiento en la
salvación por la libertad.
El tema en todos los
diversos actos voluntarios, dice Schopenhauer, es la satisfacción de las
necesidades inseparables de la existencia del cuerpo, en su estado de salud
normal, que encuentra en él su expresión y que se pueden reducir a la
conservación del individuo y a la propagación de la especie.
Lo esencial es el
querer en general y en un determinado grado o viveza –siendo las necesidades de
propagación de la especie y de conservación las que influyen indirectamente en
los motivos de todas clases sobre la voluntad, originando los actos más
variados, siendo cada uno de ellos una prueba o ejemplo de la voluntad que en ellos se manifiesta .cerrando de tal modo el círculo.
La voluntad, sólo puede manifestarse por los motivos, como
el ojo sólo puede ejercer su facultad de ver en presencia de la luz.
El motivo
se presenta a la voluntad ofreciendo apagar la sed del querer, prometiendo una
satisfacción completa, revistiendo una nueva forma cada vez que lo poseemos
para volver a excitar nuestra voluntad -en proporción a la actividad de ésta y
a la relación que mantiene con el conocimiento, que son los dos factores que
manifiestan el carácter empírico.
II
III
Justamente es tarea del
proceso educativo, al diferir la consecución de los fines espiritualizar los
sentimientos. Y tal es también la tarea de la enseñanza filosófica: que el hombre
tenga un mundo representado que lo oriente moralmente en el camino, refrenando sus impulsos e instintos sexuales naturales y primarios, para el logro de fines más valiosos, altos y duraderos.
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