Breve Historia
de la Litografía en México:
La Época de Oro de La Litografía en México y en Zacatecas
La Época de Oro de La Litografía en México y en Zacatecas
Por Alberto
Espinosa Orozco
I
Nazario Espinosa Araujo nació en la ciudad
de Guanajuato, Guanajuato, el 28 de julio de 1839; murió en la ciudad de
Zacatecas, Zacatecas, el 30 de marzo de 1919, unos meses antes de cumplir los
80 años de edad, dejando tras de sí una obra empresarial y artística en sus
talleres, como editor, impresor y litógrafo, de gran envergadura.
Hijo del comerciante Antonio Espinosa de la Barrera (1813-1860) y de
Ramona Araujo (1817-1890), ambos oriundos de Guanajuato, sólo tuvo una hermana,
un año menor que él, de nombre María del Refugio (1940-?), quien se casó con un
fotógrafo, yendo con él vivir a la hermosa ciudad de San Miguel Allende,
Guanajuato. Nazario Espinosa realizó sus primeros estudios y los de
bachillerato en su natal Guanajuato, donde inició estudios de ingeniería,
marchando a vivir a la Ciudad de México en 1857, a los 18 años de edad –mismo
año en que moriría el litógrafo italiano Pedro Gualdi en la ciudad de Nuevo
Orleans, pero cuyo famoso álbum Monumentos
de México tomados del natural, editado en 1841 por Massé y Decaen, se
reeditaba con gran éxito en 1855 y 56.
Una vez instalado en la gran metrópoli
Nazario Espinosa se inscribe en la Academia de San Carlos, en donde se sintió
atraído por el arte litográfico, siendo apenas seis años más joven que un
grabador, prácticamente legendario, que llegaría a gozar de amplio reconocimiento:
Santiago Hernández (1832-1908), quien había sido de joven artillero y combatido
en 1847 al lado de los niños que defendieron el Castillo de Chapultepec.
Autodidacta, a la muerte de su padre comenzó a ganarse la vida pintando
cuadros, naturalezas muertas, retratos a lápiz e impartiendo clases, empezando
a destacar cuando pintó al óleo los retratos de los Niños Héroes.
Santiago Hernández fue tribuno popular, ideólogo del civismo, intérprete
de la Comisión de Cartografía Mexicana, excelente retratista y caricaturista
satírico, colaborador de los periódicos, ya desde 1862 había participado en: La
Pluma Roja y La Jácara, luego
en La Orquesta, El Rascatripas, El Máscara, El Palo de
Ciego, El Espectro, Juan Diego, El Cascabel, Juan Diego, San Baltasar, El Ahuizote y El
Hijo del Ahuizote, de un lápiz crítico, implacable y exacto, según lo
describe Don Manuel Toussaint, el cual formaría sociedad más tarde con Hipólito
Iriarte, colaborando ambos en el magnífico periódico El Artista (1874), realizando juntos obras notables como: La
Llorona de J. M. Marroquín (1887), Los Ceros sobre textos de Vicente
Riva Palacio (1882), la sorprendente colección de retratos El Episcopado Mexicano con
texto de Francisco Sosa (1877) y firmados por Hernández, y el libro Poetizas
Mexicanas, publicado por la Secretaría de Fomento (1893). Santiago
Hernández murió a los 75 años de edad, el 8 de julio de 1908 como el último
superviviente de los defensores de Chapultepec.
II
.Es el tiempo en que los obras realizadas
con la técnica litográfica empiezan a abrir el mercado a partir de la
ilustración de libros como: Gil Blas de Santillana (1843)
editado por Masse y Decaen (1843); Boletín
de Geografía y Estadística del Conde de Cortina (1849), con grabados
litográficos de Hipólito Salazar, el patriarca de la litografía en México,
quien montó su taller en el año de 1840;
Pablo y Virginia (1843), con litografías trabajadas en el taller de
Hipólito Salazar; Historias de Vida de Pantaleón Tovar (1851) y Los
Ciento uno Roberto Macario, con texto de Manuel Alhoy y Luis Huart (1860)
con reproducciones litográficas de pinturas de Daumier, editados por la casa
editorial de Lara, donde se imprimieron las más bellas imágenes del Siglo XIX; Los
Mexicanos vistos por sí mismos, con una serie de tipos populares
(1853), editado por la casa de Manuel Murguía, con litograbados de Hesiquio
Iriarte e Ignacio Cumplido; El diario de un testigo de la guerra de
África de Don Pedro Antonio de Alarcón (1861), con litografías de
Iriarte e impreso en el modesto taller de Inclán, establecido desde 1859 en la
Calle de San José Del Real, y Gonzalo de Córdoba o la Conquista de Granada
de Floiran, editado en el modesto taller de Inclán establecido en 1859 e ilustrado
por él mismo.
Los calendarios tuvieron también su auge en ese tiempo, floreciendo el
de Juan N. Narro en 1848; El Impolítico y Justiciero de 1854 a 1857; El
Caricato y Polvos de la Madre Celestina en 1857; El Popular y El Reaccionario en 1860; El
Burlesco de 1862; el de J.M. Rivera en 1863, y; el de Cuevas de 1865,
señalándose todos ellos por el cuidado, cariño y gusto que tenían nuestros
bisabuelos por hacer bien las cosas, aún las más pequeñas. Los periódicos
ilustrados con litografía tenían en esa época a los feroces caricaturistas como
los grandes animadores del momento, destacando por su sátira mordaz tanto los
de Villasana como los de Escalante, a los que acompañaban textos de Vicente
Riva Palacio. En el periodismo circulaban los diarios; La
Ilustración Mexicana (1850), editado en los talleres de Cumplido; La Cruz (1855-58), editado por Andrade y
Escalante con litografías de Hipólito Salazar y A, Decaen, y El Renacimiento, de F. Díaz de León con
litografías de Iriarte. Los litógrafos más destacados de ese tiempo son, además
de Casimiro Castro, Hipólito Salazar, quien publica en su propio taller fundado
en 1840 un extraño e importantísimo trabajo: Iconología o Tratado de Alegorías
y Emblemas de Gravelot, traducido por Luis G. Pastor (1866); Plácido
Blanco, quien terminaría como impresor en Toluca; Constantino Escalante, quien
murió el 28 de octubre de 1868 al ser atropellado por el ferrocarril de
Tacubaya; Luis Garcés, el litógrafo de Murgía; José María Villasana, quien
tenía su taller en la calle de Capuchinas #9 y publicaría La Linterna Mágica de
José T. Cuellar (1871).
Pero sobre todo, Espinosa Araujo llega a
México justo en el momento en que está empezando a circular una obra, sin duda
histórica, no sólo para la litografía mexicana del Siglo XIX, sino para la
historia del arte en general: las estampas sueltas y el famosísimo álbum que
los colecciona publicado por Masse y Decaen, llamado México y sus Alrededores
(1855 y 1856), ilustrado con litografías de Casimiro Castro, J, Campillo, L. Auda
y C. Rodríguez, obra que apasionó a la época y del cual se hicieron varias
ediciones, llamando poderosamente la atención las vistas aéreas de la Alameda
tomadas desde un globo aerostáticos y siendo una de sus imágenes más memorables
una bellísima y misteriosa estampa: “El Paseo de las Cadenas en Noche de Luna”. El influjo de dichas imágenes debió de
resultar al joven aprendiz una especie de revelación y de poderosa atracción
irresistible, haciendo volar su imaginación hacia horizontes en ese momento recién
explorados. Cosa que seguramente no hiso sino confirmar un hermoso libro
editado en 1858 por Decaen: el tratado de arquitectura y ebanistería El
Viñolas de los propietarios y Artesanos, enriquecido con 80 láminas
litográficas de gran nitidez en su estampa y de inmejorable precisión en la
realización del dibujo. Fue en ese ambiente de libertad creativa y
efervescencia política que el futuro editor zacatecano comenzó a dar sus
primeros pasos como aprendiz y artista.
III
Los más importantes talleres litográficos
creados por mexicanos en ese tiempo fueron: los de Ignacio Cumplido, el de
Hipólito Salazar, quien fuera discípulo de Ignacio Serrano, el de Manuel
Murguía, el de Manuel C. Rivera y dos más, el de Hesiquio Iriarte, distinguido
por su calidad, el de José María Villasana, quienes imprimieron en su obra un
sello nacionalista, con tendencias hacia lo costumbrista, la sátira y lo
caricaturesco. Los litógrafos más prominentes de ese tiempo fueron: Hipólito
Salazar, Hesiquio Iriarte, Pedro Gualdi, Casimiro Castro y un discípulo suyo,
Juan Bautista Urrutia (1871-1938), quien haciendo litografías, algunas de ellas
en multicolor desarrolló un estilo humorístico muy personal en historietas y
logogrifos. También desarrollaron el oficio Santiago Hernández, Plácido Blanco,
Constantino Escalante, Joaquín Heredia, Altamirano Gaitán, Luis García
Pimentel, José Guadalupe Posada, Daniel Thomas Egerton y Joaquín Giménez (el
Tío Nonilla). Las aportaciones más
significativas de la nueva técnica litográfica consistió en el registro gráfico
de oficios y costumbres, pero también de paisajes, retratos, ruinas
arqueológicas, acontecimientos históricos y sátira política.
Lo que se ha considerado la época de oro de
la caricatura comienza con Constantino Escalante, consolidando y enriqueciendo
esa corriente Santiago Hernández, Noe, Alejandro
Casarín, Jesús T. Alamilla y José María Villasana; en las décadas de los años
40 y 50 destacan las caricaturas publicadas en La Calavera (1847), El Tío
Nonilla (1849-51), el famoso libro El
Gallo Pitagórico y La Pata de
Cabra (1856-65); en los años 60 y 70, en los periódicos La Orquesta, El Cascabel, Juan Diego, San Baltasar, El Padre Cobos, El Palo de
Ciego, El Ahuizote y El Hijo del Ahizote. En Mérida Vicente Gahona (Picheta,) ejerció la caricatura política a través
de las páginas del Don Bulle Bulle y
de La Burla. Durante el Porfiriato
resalta la actividad crítica de dibujantes como Daniel Cabrera o Jesús Martínez
Carrión y en los periódicos La Cantárida,
El Quijote, La Patria Festiva; El Hijo
del Ahuizote, El Ahuizote Jacobino
(1904-05) y El Colmillo Público.
Destaca la presencia del José Guadalupe Posada, quien desde 1871 hacia
caricatura en su natal Aguascalientes.
El arte tipográfico de los
periódicos se vio así enriquecido con el nuevo proceso de ilustración,
destacando en este renglón los diarios y semanarios: El Iris (1826), El Mosaico
Mexicano (1837) y El Recreo de la Familia (1838) de Rocha y Fournier, El
Semanario de las Señoritas Mexicanas (1841), La Cruz (1855), México y sus
Costumbres (1872), El Artista (1873) de la Casa del Llano y Cía., y El Álbum de
la Mujer (1883). Dentro de los periódicos musicales los más sobresalientes
fueron: La Historia Danzante (1873), El Rascatripas (1882) y La Historia
Cantante (1879). Por su parte, los periódicos de oposición más notables que
usaron el nuevo arte fueron: La Orquesta (1861-75) en el que descollaron José
María Villasana y Santiago Hernández, El Monarca (1863), El Ahuizote (1874) y
el Hijo del Ahuizote (1897).
El arte litográfico también se
desarrollaría en los estados con excelente producción, especialmente en Puebla,
San Luis Potosí, Michoacán, Toluca, Yucatán, Aguascalientes… y en la capital
de Zacatecas, que ha sido hasta el día
hoy un caso, aunque notable, poco estudiado. En Puebla destacó la Litografía de
J.M. Macías, publicando la novela Rafael de Lamartine en 1849, con
litografías firmadas por R.S., y la Guía de Forasteros con un plano
litográfico firmado por Rivera; destaca también otro pionero poblano de la
estampa en piedra: el impresor Neve, quien en 1868 y con dibujos de Pacheco
publica una curiosa novela: El Cazador Mexicano. El taller de
Toluca inició sus actividades el 25 de julio de 1851, en el Instituto
Literario, con la edición de las Cacetas Geográficas del Estado,
levantadas por Tomás Ramón del Moral, incluyendo la práctica de la técnica
litográfica una gran solución, pues debido a la imposibilidad de adquirir
piedras de Baviera se usaron losas de mármol traídas de Tenancingo, siendo el
grabador Don Pedro Riberoll, quien tuvo como discípulos a Tapia y a Trinidad
Dávalos quienes estamparon la primeras vistas ferroviarias del camino el tren
de México a Veracruz. Ese taller pasó luego a la Escuela de Artes, y fue
dirigido por el mismo Trinidad Dávalos, al que se le sumó e l impresor Plácido Blanco.[1] En
San Luis Potosí surgió la litografía asociada a un periódico político, El Monarca, con los litógrafos B. Oteiza
y Melchor Álvarez. En las primeras litografías que llegaron a Mérida se
imprimieron en la Habana, Cuba, pero pronto se editó un folleto, la Vida
de Fray Manuel Martínez, con texto de Don Crescencio Carrillo y Arcona
(1883) con una serie de litografías sin firma. En Michoacán se implementó un
taller de litografía en la Escuela de Artes de Michoacán, donde se editaron las
Memorias
del Gobierno de Guanajuato con litografías firmadas por E. Villaseñor.[2]
IV
Especial mención merece el caso
de Aguascalientes con la imprenta “El Esfuerzo”, del liberal José María Chávez
(1812-1864), quien llegó a ser gobernador de la entidad y fue fusilado por las
tropas de Napoleón III. Tuvo una producción constante de imágenes religiosas y
novenas, de viñetas para cajas de cigarros y de caricatura política. Su sobrino
José Trinidad Pedroza (1837-1920) se formó en esa imprenta y fue a su vez el
maestro de José Guadalupe Posada (1852-1913) quien entró como aprendiz al
establecimiento en 1868.
En la imprenta Trinidad Pedroza
organizó el Centro de Reunión Reformista, para luchar contra el cacique local
Coronel Jesús Gómez Pedraza, por lo que tuvo que abandonar Aguascalientes en
1872 e instalar su taller el León, Guanajuato, regresando Pedroza al año y
quedándose José Guadalupe Posada al frente del establecimiento por 3 años,
hasta 1876, fecha en la que compra el taller con media docena de piedras
litográficas, una prensa de mano hecha en Nueva York y dos rodillos. Ilustra periódicos, hace viñetas y diplomas,
anuncios comerciales e imágenes religiosas, litografías para cajas de cerillos
y reproducciones de monumentos, edificios y paseos con abundancia de
ornamentaciones y arabescos. De 1883 a 1889 imparte clases de litografía en la
Escuela de Instrucción secundaria de León.
Se relaciona con Irineo Paz, quien publicó
infinidad de obra y un periódico, La Juventud Literaria (1887-1888), cuya
imprenta y litográfica se localizaba en la calle de las Escalerillas #7
(República de Guatemala). Posada cambia su domicilio a la Ciudad de México
donde establece su propio taller, primero en la Cerrada de Santa Teresa y luego
en la Calle de Santa Inés (hoy Moneda). En 1890 se relaciona con el editor
Antonio Vargas Arrollo e ilustra sucesos políticos en sus gacetas populares,
pero también almanaques, calendarios, silabarios, novenarios, libros, cuentos y
anuncios de corridas de toros. Muere unos días antes de la Decena Trágica en la
Ciudad de México el 20 de enero de 1913 a los 61 años de edad.
V
Luego de haber permanecido en la Ciudad de
México por un lustro, el cual aprovechó para ilustrarse en el arte de la
estampa calcográfica, Nazario Espinosa llegó a la ciudad de Zacatecas en el año
de 1862, a los 23 años de edad, en donde puso su residencia, lleno de proyectos,
sueños e ilusiones. Un par de años antes, sin embargo, había ido a la ciudad de
Guanajuato debido al fallecimiento de su padre, Don Antonio Espinosa de la
Barrera, acaecido en el año de 1860. Nazario Espinosa llegaba entonces a los 21
años de edad cuando recibió la fatal noticia, a la que Doña Ramona Araujo, su
madre, sobreviviría 30 años más, pues murió en 1890. Una no despreciable
herencia dejada por su padre quedó entonces en litigio por un cierto tiempo, en
cuyo lapso su hermana María del Refugió casó con un artista de la fotografía y
se fue a vivir a San Miguel de Allende, Guanajuato, encargándose de atender a
Doña Ramona hasta el final de sus días y distanciándose en sus relaciones con
el futuro impresor.
El joven aprendiz volvió a la gran capital del
país, pero en esta ocasión con otras miras en mente, enterándose en algún
momento de que una década atrás en la ciudad de Zacatecas un antiguo socio del
prestigioso impresor Antonio Decaen, el francés Mr. A. Baudouin, con quien por
un tiempo imprimió ilustraciones religiosas y novenarios, había montado un par
de talleres litográficos. En efecto, en la ciudad de Zacatecas funcionaban para
ese tiempo dos talleres equipados con prensas litográficas y piedra de Baviera:
tanto el taller particular de Don Aniceto Villagrana, fundado en 1848, como el
taller de Juan Cantabrana, una céntrica y prestigiosa imprenta, localizada en
el Callejón de la Moneda y Doctor Hierro, en la que laboraba como tipógrafo
Francisco Flores.[3]
El importante impresor francés José Antonio
Decaen se distinguió, no sólo por la perfección y belleza de sus impresiones,
sino también por haber establecido de 1838 a 1864 seis talleres litográficos
diferentes. Luego del arranque de la litografía en México con los italianos
Claudio Linati y su socio Franchini, en nuevo arte calcográfico fue promovido
ampliamente por un grupo de artistas franceses, asociándose con litógrafos e
impresores nacionales, destacando los nombres de Robert, Fournier, Decaen, Mealhe,
Baudin, Massé, Michaud y Debray.[4] José
Decaen, luego de asociarse por un breve tiempo con el litógrafo Federico Mealhe,
estableció otro taller, asociándose para 1940 con Mr. A. Baudin, en el que
trabajó el famoso litógrafo Hipólito Salazar, dedicándose el taller a imprimir viñetas
para papelería y produciendo ilustraciones para calendarios religiosos y novenas.
La sociedad no prosperó, sin embargo, debido a que a partir de ese tiempo
empezaban a llegar las prensas de París, Hipólito Salazar pudo independizarse y
fundar su propio taller. Decaen se asoció entonces a Agustín Masse, quien a su
vez estaba relacionado con el exitoso empresario y polifacético fotógrafo Julio
Michaud, emigrado a México en 1830 y quien se convertiría en uno de los más destacados
editores del Siglo XIX, siendo famoso su álbum fotográfico sobre Panamá y las
Antillas. Luego que la sociedad de Decaen y Masse establecieran su taller en el
Callejón de Santa Clara, editando importantes libros ilustrados y el famoso álbum
de Pedro Gualdo Monumentos de México tomados del natural, Decaen vendió
el equipo al editor Ignacio Cumplido en 1945, entrando a trabajar a su taller como
director litográfico, imprimiendo litografías del escenógrafo L.A. Pinsón,
quien había llegado con su esposa Edemé Reine Schein a México en 1844. Por su
parte Mr. A. Francois Baptiiste Baudouin, quien había emigrado a México en 1833
en calidad de escultor, teniendo relación con el litógrafo José María
Villagrana, estableció dos talleres más en la ciudad de Zacatecas, asociándose
primero con Don Aniceto Villagrana y luego con el impresor Juan Cantabrana,
quienes montaron así sus talleres en la bizarra capital de la céntrica provincia.
Un año antes de la llegada de Don Nazario
Espinosa a Zacatecas, en 1861, comenzó a trabajar la tipografía de la Escuela de Artes y Oficios, situada en
el Callejón del Cobre, a cargo del Sr. Mariano Mariscal, siendo impresor en ese
taller desde 1871 el Sr. Juan Luján, empresa que estuvo en actividad hasta
1893. Contando con algunas recomendaciones debajo del brazo el joven impresor
Nazario Espinosa Araujo llegó así en 1862 a Zacatecas para atender la imprenta
de pequeña imprenta de Juan Cantabrana, donde laboró por un par de años. En
1864 marchó el litógrafo a su natal Guanajuato para contraer nupcias con Salomé
Dávila (1843-?), oriunda de Sombrerete, atractiva y de no mala posición, de
mediana estatura, rubia y de ojos azules, viuda y sin hijos, que moriría en
Zacatecas. Con ella procrearía una familia de cinco hijos, la Espinosa-Araujo, que
nacieron todos en Zacatecas: Enrique (1871-1928); Antonio, que murió de pequeño
en la cuna (1872-1873); Aurora (1873-1942); Guadalupe (1874-?) y María Magdalena
(1875-1963).[5]
La “Litografía de Nazario Espinosa” estuvo primero en la esquina del Callejón de
la Moneda y Dr. Hierro, después a espaldas del Teatro Calderón, luego se
trasladó a al Callejón del Chepinque y más tarde el maestro grabador mandó
construir un lujoso edificio de dos pisos en el Callejón del Cobre y el
Callejón del Borrego donde instaló sus talleres, teniendo sus oficinas en el
Callejón de la Caja #20. Abrió también un taller de encuadernación y de sellos
de goma, el cual se encontraba frente al justamente célebre Instituto de
Ciencias de la bizarra capital.
Debido al notable esfuerzo, laboriosidad y
capital invertido, los talleres de Nazario Espinosa se levantaron a envidiable
altura, anexándose a los talleres tipográficos y de encuadernación, una
fábrica de libros en blanco, grabados al aguafuerte, sellos de goma, clichés y el taller de fotograbado –aunque éstos
últimos no alcanzaron a inaugurarse como consecuencia de los movimientos revolucionarios
de la revuelta armada de 1910 y la toma de Zacatecas en 1914 por las fuerzas
leales a Felipe Ángeles y Pancho Villa.
El
gran desarrollo alcanzado por la imprenta de Nazario Espinosa se debió en gran
medida a sus trabajos litográficos. El edificio ostentó mucho tiempo en la
fachada la inscripción: "Talleres de Nazario Espinosa movidos por
vapor", a los que después se aplicó la electricidad. Algunos peritos llegaron a expresar que los
talleres de Don Nazario, montados al estilo europeo, eran los primeros en toda
la República. En efecto, de esa
acreditada casa salieron artísticos memorables, como la publicidad impresa de
la gran Fábrica de Cigarros del Buen Tono, acaso los más famosos de todos, pero
también las atractivas marmotas multicolores del gran Circo Orrin, una emisión
de giros postales ordenada por la Secretaría General de Correos y los timbres
postales usados en el norte del país, en 1914, cuando el general Francisco
Villa imperaba en esas tierra, y los Billetes de Lotería de Zacatecas de
1922. Los trabajos de la imprenta
notables por su delicada ejecución y concepto, incluían también planos,
croquis, mapas y aun trabajos en cargados por casas extranjeras. Para
principios del Siglo XX
Don Nazario Introdujo una atractiva modalidad de imágenes reproducidas por el
método fotolitográfico: las tarjetas postales.
VI
En el periodo comprendido de
la promulgación de la Constitución de 1857 a la Toma de Zacatecas en 1914,
lapso cronológico de 57 años en que Nazario Espinosa desarrolló el proceso
educativo de familiarización, asimilación y recreación de la nueva técnica
litográfica, estuvieron vigentes en la ciudad de Zacatecas las siguientes
publicaciones y periodistas: en 1858 editaba la Imprenta del Gobierno su
periódico oficial, llamado “El
Constitucional Zacatecano”, cambiando de nombre al año siguiente a “La Sombra de Robespiere”,
transformándose tan fabulosa denominación por “La Restauración del Orden” en 1860, con la entrada del gobierno
clerical y monárquico del ala reaccionaria; un grupo de liberales zacatecanos
defendieron valientemente la causa democrática a partir de los acontecimientos
políticos de 1857, distinguiéndose en este grupo las plumas de grupo Severo
Cosío, Jesús González Ortega, el editor Mariano Mariscal, el Lic. Ramón
Talancón, Julio García Márquez y José María Castro, reforzados por los Presbíteros
Ramón Valenzuela y Francisco P. Campa, quienes fundaron varios órganos de
prensa: “El Guardia Nacional”, “La Lámpara”, “La Opinión” y “La
Organización”. En ese mismo año el Lic. Vicente Hoyos sostenía un periódico
de filiación totalmente conservadora: “La
Verdad Católica”.
En
Tlaltenango circulaban los periódicos animados con brío patriótico por Don
Jesús González Ortega llamado “La Sombra
de García”, y junto con el Lic. Juan F. Román colabora en: “El Espectro” y “El Pobre Diablo”; en Jerez circulaba el periódico “Ariete” del Instituto Literario de
García Salinas y para 1895 “El Turista”
y “La Unión Jerezana” de Aniceto Fuentes y Darío Dena en 1895 y 96;
y en 1909 “El Bastión” de variedades
e información. Durante la Intervención francesa de octubre de 1865 a noviembre
de 1866 en Fresnillo se publicó: “El
Pabellón Nacional”, editado por Rafael Zavala e impreso por Feliciano
Guerra; tres años después circulaba en esa misma ciudad “El Relámpago”, para 1873 “La
Reforma”, “La Crónica Local de
Fresnillo” y “La Crisálida” para
1895, sumándose a ellos de 1901 a 1902 “El
Boletín Oficial”, y ”El Filomático de Fresnillo” en 1907, de Luis G.
Ledesma, y; en 1909 “El Pensamiento Libre”
; en Pinos apareció en 1869 “El Amigo del Pueblo”; en Guadalupe “La Unión”, de literatura, variedades e
información, de Ezequiel A. Dueñas.
Para
1869 la ciudad de Zacatecas contaba con las siguientes publicaciones: “El Centinela”, periódico religioso,
social, de literatura y variedades redactado por el Pbro. Florentino Sánchez; “La Antorcha Evangélica” comenzó a
editarse en Villa de Cos, siendo luego reforzada con los misioneros
evangelistas Maxivell Phillips y Enrique Thomson, editado por Román Castillo;
otras publicaciones menores fueron “La
República”, “El Católico”, “El Cometa”, “La Discusión” y “La
Convención” –el cual cambio luego de nombre a “El Demócrata”. En 1870, sin
embargo, salen a la luz tres órganos de los liberales progresistas: “El Tribuno del Pueblo”, “El Jornalero de la Prensa” y “El Boquiflojo”.
Entre
1872 y 1875 existió en Zacatecas una interesante revista de Literatura,
Ciencias y Artes llamada “El Filograma”
en la que participó en pleno el Ágora entera de los ingenios regionales:
Francisco Linares, Luis de la Rosa Oteiza, Vicente Hoyos, Esteban Ávila,
Fernando Sansalvador, Octaviano Pérez, Pbro. Francisco Sotomayor, Felipe
Avalos, Fernando Calderón Jr., Severo Cosío, Thomas Lorck, Juan B. Rousset,
Macedonio Palomino, Severo Cosío, Lázaro Negrete, Luis G, Ledesma, Manuel R.
Ibarrola, Victoriano Márquez, Anselmo Pérez Maldonado, Florentino López,
Francisco Macías y las poetizas María Guadalupe Calderón y Antonia Vallejo.
Hubo otra revista de Literatura, Ciencia y Artes llamada “El Celaje”, que apareció a partir de 1877, siendo su editor el Sr.
Juan B. Rousset, editándose en la Imprenta
de Tostado y Villagrana, colaborando en ella, además de los escritores de “El Filograma”, el Lic. Jenaro Raigosa,
Francisco Aranda, Carlos Galindo, Bartolomé Ballesteros, José Leal, José Árbol
y Bonilla, Fidencio Días de la Vega, Francisco Santini, y las poetizas Isabel
Elías de Ramírez y Tomasa Serra de Villagrana.
Entre
1873 y 75 aparecieron los periódicos de política: “La Verdad”, “El Deber Patrio”,
“El Radical”, “La Página del Pueblo”, de carácter instructivo, “La Reforma”, que incluía variedades, y
el “Semanario Municipal”, el órgano
del Ayuntamiento y de la Jefatura Política, el cual se llamó de 1884 a 1903 “La Crónica Municipal”.
Alfonso Toro del Instituto de Ciencias dirigió en 1882 el órgano
estudiantil “El Tribuno”, circulando
un año antes la hoja periodística “La Paz”
y un poco más tarde el periódico de variedades y anuncios “Los Cinco” del Sr. F. Arámburo. En 1884 salió “La “Prensa Libre”
del Partido Liberal Zacatecano, redactado por el Sr. José Enciso Ulloa; “La Unión Zacatecana”, publicación
política dirigida por el Sr. Alberto Muñoz; “La Razón”, también de política; “Sin Razón”, redactado por José María Zepeda González, y; “La
Murga” de Francisco Linares y Santiago Kimball.
Una
interesante publicación apareció en marzo de 1885: “El Perfume de la Religión”, del Pbro. Fray Ángel de los Dolores
Tiscareño; en ese mismo año “El Máscara”,
de oposición, de Bernardo Romo. El periódico religioso “La Palanca Social” del Pbro. Pedro G. González apareció en 1888 y
un año después una publicación festiva llamada “La Chancla” del Sr. J. Esparza,
junto con “La Época”, de información
y política. Otro semanario religioso, científico y literario de interés fue “La Rosa del Tepeyac”, del Lic. Rafael
ceniceros Villareal, nativo de Durango, el cual circuló de 1891 a 1895. Tomás
Lorck también publicó un semanario, llamado “El Liberal”, de 1891 a 93. En 1894 existía “La Enseñanza en el Hogar”, periódico político y literario de
Guadalupe.
La
prensa zacatecana empezaba su lapso más fecundo con la aparición de dos
periódicos semanarios, que fueron los principales de 1895: “El Obrero Zacatecano”, de política,
variedades y agricultura, minas, comercio e industria, y “El Eco de la Opinión”, publicación independiente porfirista que
postulaba para Gobernador del Estado al Gral. Aréchinga. Circulaban también “El Factor”; “El Tribuno”; “El Arte”,
de literatura e información, y; “La
Juventud”; para 1897 “El Progreso”;
“Don Fulano”; “La Instrucción del Pueblo” de carácter católico; “Martín Garatuza”, anticlerical; “El Vale Coyote” y “El Barretero”, y; “El
Observador Zacatecano”, de literatura y variadas hasta 1900. A ellos hay
que sumar las publicaciones políticas: “El
Municipio” y “El Amigo del Pueblo”
del Club General Bernardo reyes que postulaba para Gobernador del estado a Sr.
Lic. José María Echeverría.
Para
arrancar el Siglo XX se publicaron “El
Hijo del Trabajo”, dedicado a la clase obrera; “El Centinela”, liberal; “La Bandera Católica” de José María
Esparza; “La Juventud” en 1902 a 1911¸ de literatura y variedades; el mejor
periódico de información que tubo Zacatecas por mucho tiempo “El Correo Zacatecano”, dirigida por J.
Manuel Villa y administrada por Mariano Elías y José Guadiana; “El Eco de Zacatecas”, religioso, de 1903
a 1904; “La Regeneración” y “La Libertad”, políticos, postulando el
último para Gobernador al Sr, Lic. Eduardo G. Panhurst, dirigido por Julián
Torres; “El Renacimiento” de la
Sociedad Científico, Artístico y Literaria, del Sr. Aurelio Elías. En 1905
apareció una curiosa revista literaria llamada “La Flor de Loto” de José N. Orozco.
El “Boletín de Educación”, de la Dirección
General de Educación, de 1906 a 1922, y luego salió en 1944 para dejar de
circular en 1945; “Boletín Mensual del
Observatorio Astronómico del Estado”, de 1906 a 1913; “El Jococón” de Enrique Gracida que se publicó con enorme
popularidad de 1906 a 1913; y en 1907 “El
Diablito Travieso”; “La Academia”
de 1908, semanario católico que sobrevivió hasta 1915; en 1910 apareció “El Estudiante de Salamanca”, la “Revista Literaria”, del Instituto de Ciencias; y EN 1911 “El Diario de Zacatecas”, “El Anti-Reeleccionsita”, políticas, y “El Clarín” de Enrique Tenorio; salió a
la luz el semanario religioso “El Grano
de Arena” del Pbro. Don Manuel Calvillo Guerra. En 1912 la “Revista de Zacatecas” y “El Boletín de la Revista de Zacatecas”;
“Revista de Zacatecas Ilustrada”; “La Palanca”, “El Escorpión”, órgano del Partido Católico y el semanario “El Ilustrador Católico”; “El Pueblo Libre” del Partido Liberal; “Justicia” de carácter independiente; “El Pregonero” y “El Patriota”, de política; “El
Demócrata”, órgano del Partido Católico junto con “A.B.C.” del mismo partido en Fresnillo.
En medio de la primera toma de
Zacatecas por las tropas de Pánfilo Natera en su lucha contra huetistas
aparecieron en 1913 los periódicos “El
Estado”, del Partido Liberal; “La
Verdad” del Partido Democrático; “El
Rabo Verde” y “El Chimborazo”,
semanarios de combate; “El Diablo Rojo”
y “La Voz del Pueblo”, junto con “La Voz de un Sastre”; “La Época”, “La Regeneración”, órgano del Centro Anti-Reeleccionista José Luis
Moya, que postulaban para Gobernador a Sr. Fernando Cabral, y “Municipio Libre”, órgano de la Jefatura
de la Policía, que se publicó hasta 1932.
El
fatídico año de 1914 salió a la luz “Siglo
XX”; “El Correo de la Tarde”; “El Noticiario”, el diario católico “Patria” y “La Revista de Zacatecas”, segunda época. En 1915 existió “La Voz de Zacatecas” que duró hasta
1916, dirigido por Teodoro R. Guerrero, año en que surgieron a la arena
periodística “Ideal” de los
estudiantes normalistas; “Reconstrucción”,
“Sagitario” y “Helios” de la Liga Pedagógica Zacatecana, siendo su director
Salvador Vidal.[6]
VII
El primer taller litográfico del que se tiene noticia en la ciudad de
Zacatecas fue el de Don Aniceto Villagrana (1803-1850), quien puso un pequeño
taller tipográfico en 1838, el cual fue mejorando poco a poco. Sin embargo, no
fue sino hasta 10 años después, en junio de 1848, que se asoció con el francés
Mr. A. Baudouin, introduciendo en su taller la primera prensa de litografía,
forjando con el paso del tiempo toda una tradición y una estirpe de impresores
litográficos en la entidad.
El Señor Aniceto Villagrana se había iniciado en el arte tipográfico a
los 23 años de edad, en la primera imprenta que tubo Zacatecas, controlada por
el gobierno, cuando fue tomado como meritorio por el Sr. Don José Ramón
Irigoyen, de Guadalajara, quien regenteaba el taller desde el 4 de junio de
1825, luego de la renuncia del tipógrafo Juan Pérez. [7] El
gobernador del estado, Lic. José López Pérez de Nava, ordenó entonces la
impresión de mil novenas de la Purísima, al tiempo que la imprenta se cambiada
del Convento de Santo Domingo a los bajos de la Casa del Estado, que luego
fuera cede del Poder Legislativo. La
primera imprenta contralada por el gobierno fue traída de Guadalajara en 1824
por su propietario, el Señor Don José María Ramos Palomera, por órdenes del gobernador interino de Zacatecas
Coronel Juan Peredo, originario de Aguascalientes, instalándose en 4 piezas del
Convento de Santo Domingo. El primer impreso que se publicó ahí fue una
circular para Secretaría del Congreso local, el 6 de enero de 1824. Sin
embargo, en agosto de ese mismo año, el Señor Ramos Palomera se vio forzado a
renunciar a su puesto debido a lo raquítico de los sueldos, vendiendo su taller
al gobierno por la cantidad de 3 mil 500 pesos. Tres meses antes, en mayo de
1824, el Gobierno de Estado había establecido una Junta de Censura y Libertad
de Prensa, compuesta por el Presbítero José Ramón Jiménez, Rector del Colegio
de San Luis Gonzaga, Fray Antonio Gálvez, Marcelino Gamboa y José María Sánchez
Pareja. Vino de Guadalajara para sustituirlo el Señor Juan Ordorica, llegando
de la Ciudad de México los oficiales impresores Juan Nepomuceno Cabrera,
Mauricio Monroy y Francisco Rangel –quienes sucesivamente también fueron
renunciando a sus puestos por la misma razón de los precarios sueldos.
Ordorica, en efecto, sólo resistió ocho meses como regente del negocio, pues el
sueldo de 12 pesos semanales se redujo a 10, y luego a 8 pesos, por lo que no
tuvo otra opción que separarse, quedando en su lugar por breve tiempo el
maestro Juan Pérez y luego Don José Ramón Irigoyen.
A la renuncia de Irigoyen de ese empleo, ocupó su lugar desde el 25 de
septiembre de 1826 el Señor Pedro Piña, que a su vez fue sustituido nueve años
más tarde por Don Aniceto Villagrana en 1835, el cual había casado un par de
años atrás con María Jesús Beltrán. El señor Villagrana dirigió el taller del
gobierno hasta su muerte, acaecida el 19 de septiembre de 1850 a los 47 años de
edad –habiendo sido separado del cargo entre 1836 y 37 en que fue Regente del
Ayuntamiento. Asumió entonces la dirección de la imprenta oficial su hermano,
el Señor José Inés Villagrana siendo relevado del cargo un par de años más
tarde, en 1853,, quedando al frente Telésforo Macías, hasta junio de 1859,
cuando fue nombrado como regente el Sr. Mariano Mariscal (1836-1909), sobrino
de Don Aniceto, quien a su vez dejó el taller, en julio de 1863, en manos del
Sr. Francisco Villagrana. En 1865, durante la Intervención Francesa y el
gobierno del 2º Imperio de Maximiliano a Habsburgo, la imprenta fue puesta a
cargo del Sr. Néstor de la Riva,
entregándolo en 1867 a los Sres. Francisco Villagrana y José María Inés
Villagrana, volviéndolo a tomar el Sr. Néstor de la Riva de 1869 a 1875
–trasladándose la imprenta ése último año al Hospicio de Niños de Guadalupe,
haciéndose cargo de ella por segunda vez el Sr, Mariano Mariscado, quien
radicaba ya en Guadalupe, donde murió el 16 de octubre de 1909.
Fueron luego directores de la imprenta del
gobierno: el Sr. Juan Luján, Félix Benjamín Echeverría, Irineo Ruiz y Feliz T.
Pérez, quien introdujo en 1908 introdujo una prensa automática Optimus movida
por electricidad, contando entonces la imprenta en ese tiempo y con 8 oficiales
y 4 alumnos en aprendizaje. Siendo gobernador del estado el Lic. Eduardo G.
Pankhurst y gracias al director de Hospicio Sr Francisco Linares, se dotó a la
imprenta de una prensa Chandler con accesorios. La prensa fue fluctuando su estado
en cuanto a mejoras, empero, a partir de la Toma de Zacatecas en 1914, en la
que las fuerzas revolucionarias de la División del Norte comandadas por Felipe
Ángeles y Pancho Villa irrumpieron en Hospicio de Guadalupe, el taller acusó
severas deficiencias pues se perdieron muchos tipos, estando al frente de la
dirección primero Juan Muro, y luego sucesivamente: Jesús F. Sánchez, Jonás
Sánchez Rivera, Gilberto Arciniaga, Alfonso Iracheta y, ya para 1948, Juan
Valdez, estando la imprenta todo ese periodo en franca decadencia.
Los tipógrafos más distinguidos que se formaron en la Imprenta del
Gobierno, muchos de ellos radicados luego en la Ciudad de México, fueron:
Ezequiel Salcedo, Higinio G. García, Filiberto C. Reza, Esteban Luévano, José
López Doñez, Arturo Valdezpino, Eduardo Limón, Manuel Pérez, Fernando
Amozorrutia y Joaquín Saucedo. El Periódico Oficial publicado por esa casa
impresora cambió muchas veces de nombre, siendo: Gaceta del Gobierno Supremo de
Zacatecas de 1829 a 44; Observatorio Zacatecano y Zacatecano en 1844; La Concordia en 1851;
Registro Oficial y El Regenerador en 1855; El Constitucional Zacatecano en
1857; La Sombra de Robespiere en 1859; La Restauración del Orden, Boletín
Oficial del Estado Libre de Zacatecas y Defensor de la reforma en 1860;
Periódico Oficial en 1864; otra vez El Defensor de la Reforma en 1866; El
Periódico Oficial de 1870 a 1874; Defensor de la Constitución de 1877 a 1899; y
finalmente Periódico Oficial de 1900 hasta mediados de Siglo XX.[8] De
entre los periodistas relacionados con la redacción del Periódico Oficial se
pueden mencionar a: Luis de la Rosa Oteiza, Fernando Calderón, Teodosio Lares,
Vicente Hoyos, Mariano Fernández Sansalvador, Julio María Márquez, Edmundo G.
Pankhurst, Luciano Cuevas, Fernando Vega, Severo Cosío, M. Amador Bejarano,
Jesús González Ortega, Manuel M. Urrutia, Miguel López, Manuel G. Solana,
Marcos Esparza, Francisco Conchos, Octaviano Pérez, Jesús Valdez, Patricio F.
Arellano, Víctor Rosales, Sotero de la Torre, Agustín G. González, José María
Celaya, Trinidad García, Anastacio J, Muñana, F. Acosta, Fernando Calderón Jr.,
Raúl G. Ferniza, Juan B. Rousset y Josefa Letechipía de González.
La imprenta particular de Don Aniceto Villagrana fue la primera en Zacatecas
en contar con piedras y prensa litográfica, desde 1848. Luego de la muerte de
Don Aniceto Villagrana la imprenta quedó a cargo de Francisco Villagrna, quien
en el año de 1863 formó sociedad con el Sr, Canuto Álvarez Tostado, llamándose
la imprenta desde entonces “Imprenta de
Tostado y Villagrana”, la cual para 1887 se llamó “Tipografía de la Viuda de Villagrana” siendo su única propietaria
Tomasa Serra de Villagrana.
Otras imprentas que surgieron en
ese tiempo fueron: la imprenta del Sr. Néstor de la Riva, cuyo impresor fue
Joaquín Lorenzana, de 1864 a 1878; la “Imprenta
Económica”, del Presbítero Mariano Ruíz de Esparza, primero en la Calle del
Correo # 2 (Avenida Juárez) en 1869, luego en la Plaza Principal #7, y
finalmente en el Callejón del Mono Prieto desde 1880, estando activa hasta
1911; en el año de 1869 se fundó otra imprenta en la Plazuela de San Juan de
Dios, de los Sres. Juan Amador, padre del historiador zacatecano Juan Elías
Amador, y Severo Cosío, los que luego se asociaron a los reformadores sociales
norteamericanos Maxivell Philips y Enrique Thompson de la corriente
evangelista. Estos últimos colaboraron desde 1876 en la revista “La Antorcha Evangélica” de los mismos Severo
Cosío y Juan Amador, sosteniendo el órgano evangélico apasionadas controversias
con el periódico “El Centinela” del
Presbítero Florentino Sánchez.
La “Imprenta de Tomas Lorck”,
fundada por Tomás y su hermano Enrique, que primero se estableció en la casa
paterna, en la Calle de Arriba, y luego frente al Hotel Krauss, pasando
posteriormente a instalarse en el Callejón del Tenorio, asociándose con los
hermanos Enrique, Alfredo y Dagoberto García, trasladándose el taller a la
Plaza de San Agustín #21 (Miguel Auza) donde se imprimieron periódicos
combativos y revistas científico-artísticas y literarias, destacando las
poesías de Luis G, Ledesma y Juan B, Rousset; Lorck vendió la imprenta a
Enrique García en 1909, llamándose “Imprenta
de Enrique García y Cía.”, instalándose en el Callejón de Rosales y Avenida
Hidalgo #30, 32 y 36, ya como único propietario, levantando sus talleres a gran
altura por su atingencia y dinamismo en el trabajo. A la muerte de Don Enrique
García, el 25 de febrero de 1932, sus hijos heredaron la empresa, introduciendo
Ramiro García, para 1949, el linotipo, editando libros de texto y códigos
civiles, ya en la Calle de Allende #7.
La Imprenta “La Económica”, de Telésforo Macías, se abrió en la Calle de la
Merced Nueva (Av. Hidalgo) y fue dirigida por Macedonio Palomino y Oscar
Aguilar; la tipografía “La Rosa”, del
durangueño católico Rafael Ceniceros Villareal, que trabajó de 1881 a 1901, en
la Calle de los Gallos #17 (Fernando Villalpando) y luego en la Calle de la
Merced Nueva #60. En los bajos del edificio el Hotel Zacatecano, en la Antigua
Plaza de San Agustín (Plaza Miguel Auza), estuvo la “Imprenta Literaria”, propiedad del Sr. Domiciano Hurtado, donde se
publicó el “Correo Zacatecano”, estando
dirigida por el Sr. Mariano Elías, quien se separó en 1905 para abrir la “Tipografía Moderna” de su propiedad;
dicho establecimiento se cambió primero a un local contiguo a la Presidencia
Municipal y finalmente fue trasladada a la Calle de Gorrero #35 (Avenida
Juárez) estando al frente de ella los Sres. Manuel Parra y Jesús F. Sánchez,
hasta la muerte del Sr. Hurtado el 21 de septiembre de 1916; la imprenta fue
vendida al Sr. Jaime Talancón, cambiando de nombre a “Imprenta Artística”,
estableciéndose en Avenida Hidalgo, en un local que luego fue el “Salón
Princesa”, aunque su propietario se fue con ella a vivir a Torreón donde pasó a
manos de otros dueños.
Para el año de 1923 un discípulo del Sr, Manuel Parra, quien había sido
regente de la “Imprenta Literaria”, el ameritado y experto tipógrafo Sr. Jesús
F. Sánchez, fundó la “Imprenta Sánchez”, situada en la Calle de Arriba (luego
Avenida Guerrero) y luego en Avenida Rayón #31, la cual sobrevivió hasta
mediados de siglo debido a la constancia, cuidado y dedicación de su dueño; el
Sr. Sánchez había sido también regente de la “Imprenta Literaria”, dirigiendo
posteriormente la imprenta de Enrique García, y luego la del Hospital de Niños
en Guadalupe y la imprenta del Hospicio González Echeverría, de Fresnillo,
Zacatecas, la cual funcionaba desde 1892.
Un discípulo de los expertos tipógrafos Sres. Mariano Elías y José
Reveles, el experimentado tipógrafo Sebastián Arciniaga, había regenteado “La
Editorial Zacatecana” por un par de años, de 1931 a 33, pudiendo montar para
1934 su propio taller en la Calle de Miguel Auza #34, destacándose por su
dedicación y honradez, habiendo sobreviviendo su empresa hasta mediados de
siglo.
VIII
En el
Archivo Histórico de Zacatecas, sorprendente por el nivel de conservación de
los documentos de los siglos XVI, XVII, XVII y XIX y todos en perfecto estado. Existen
ahí algunos libros de la impetra de Don Nazario Espinoza, pues su obra es
amplia y diversificada, en temas y composiciones que varían en función de los
pedidos que recibía el litógrafo. También se encuentran en etiquetas
comerciales, anunciando todo tipo de productos y de empresas, y en símbolos
patrios, representados tanto en los anuncios como en los informes
gubernamentales, reflejando su temática diversas ideologías: progresista,
republicana, nacionalista, tradicionalista o religiosa. La masa de imágenes
puede dar una idea de las actividades productivas que existían en la región
durante la segunda mitad del decimonoveno siglo y principios del vigésimo, pues
la atmósfera misma que envolvía aquella época es perfectamente sintetizada a
través de la iconografía, la temática y las técnicas empleadas. Una tendencia
muy utilizada en las etiquetas es el marco horizontal alargado y una línea
oblicua ascendente y ondulante atraviesa la imagen de un extremo al otro.
Además se encuentra depositados en el mencionado Archivo ediciones de algunos
libros editados y con litografías de Don Nazario Espinosa.
En efecto, tanto en las bibliotecas públicas
del estado como en las colecciones particulares de la capital abundan ejemplos
de su prolija producción documental, cuyos documentos están aún por
inventariar, entre los que hay que contar una vasta variedad de imágenes que
ilustran partituras, cientos de libros, carteles, revistas, planos, boletos,
etiquetas, esquelas, retratos, empaques, acciones, sellos, membretes, tarjetas
y calendarios.
Algunos peritos señalaron la importancia de
la “Casa Impresora”, pues los “talleres para impresiones de todos géneros” eran
los primeros de la República y los visitantes distinguidos de Zacatecas
llegaban a ella para conocerla, siendo orgullo para las artes gráficas de
México y un honor merecido para Zacatecas al irradiar la cultura a las tierras
del norte.[9]
IX
La obra de Don Nazario Espinosa, pionero y
virtuoso del oficio litográfico contribuyó al esplendor zacatecano de la
segunda mitad del siglo XIX, obteniendo el ilustre litógrafo reconocimientos
locales, nacionales y extranjeros, entre los que destacan la “Medalla de Plata
en la XVII exposición de Aguascalientes” mención honorífica al Sr. Nazario
Espinosa en testimonio del interés que le inspiran la aplicación al trabajo y a
la constancia, en abril 27 de 1874 y el Diploma de Miembro Fundador a Monsieur
Nazario Espinosa de la “Academie Universalle des Sciencies et des
Arts Industriels” de Brucelas, Bélgica, el 8 de Noviembre en 1891.
Cabe mencionar el nombre y la obra de los
magníficos dibujantes y litógrafos que enriquecieron el taller con sus
esmeradas y pulidas representaciones, igual de planos y portadas
arquitectónicas que de tranvías o de carretas mortuorias, destacándose entre
ellas la obra específica en el género caligráfico, en los sombreados y en los
relieves ópticos, pero también las diestras representaciones de las incipientes
compañías industriales o aquellas que atienden a las figuras humanas de
personajes o comercios, en donde se puede ahora comprobar la filigrana estética
en que culminó el arte plástico representativo de toda una cultura autónoma
regional
De acuerdo con Salvador Vidal el
departamento de dibujo fue integrado por los dibujantes en piedras litográficas
y grabadores en acero: Aurelio Corral, Juan García Nava y Miguel
Espinosa. El Sr. José Reveles fue el
maestro tipográfico, distinguido por su competencia en el ramo, quien se separó
de la compañía en 1913 para radicarse en la capital de la República. En ese
mismo año asumió la regencia tipográfica el maestro J. Dolores Delgado,
abandonándola por falta de trabajo y volviéndola a tomar en 1921 por poco tiempo, pues un tiempo
después se hizo cargo de la Presidencia Municipal de Zacatecas.
Trabajaron también en la imprenta:
Aureliano Barrón, Manuel Ramírez y Francisco Calderón en el taller
litográfico, estando en las prensas litográficas el Sr. José López y Enrique
Borda. En el taller de encuadernación figuraron como maestros Víctor R. González,
el gran rayador Cruz Rangel, Florentino
Corral y José Galindo, teniendo como ayudantes a las Señoritas. María Fidel
Castro, María de Jesús Hernández y las hermanas María Guadalupe y Rita Díaz.
Cuando la casa vivió tiempos de penuria por la precaria situación económica,
colapsado el industrioso centro-norte mexicano por los acontecimientos
revolucionarios los encargados tipográficos fueron Gregorio Rivera, José Escobedo y Sebastián
Arciniegas. También trabajaron en la H
Casa Impresora los señores Francisco Castañeda de la Torre, Moisés Torres,
Francisco J. Salazar, Fernando Rodarte, Ezequiel Salcedo, Gabino Saucedo,
Aureliano Corral, Moisés Torres, Miguel Arciniega, Rosendo Frausto, Fidel
Guerrero, Rosendo Nava Trujillo y muchos más. Hay que agregar que la mayor
parte de estos maestros del arte e industria litográfica, editorial e impresora,
posteriormente, cuando se suscitó el éxodo masivo zacatecano a la capital del
país, descollaron en la metrópoli en los diferentes ramos de su competencia.[10]
IX
La obra de Nazario Espinosa se extendió así
a la educación de sus paisanos, siendo recordado su magisterio por muchos
zacatecanos con verdadero cariño, por sus lecciones austeras, pues aun cuando
era severo en las enseñanzas y en la disciplina, siempre supo interpretar
capacidades y hacer hombres de trabajo y responsabilidad.
Los talleres se situaban en amplios
departamentos estilo europeo con grandes ventanales de vidrios esmerilados en
el segundo piso.[11]
Había también una pequeña huerta con árboles frutales, un aljibe y un patio de
regulares dimensiones en donde sentaba sus reales la perra “Duquesa”, mascota
de la familia que fue la centinela de la imprenta hasta su muerte, la cual era
alimentada por Juan Medrano y un hijo de Nazario concebido fuera del matrimonio
llamado Manuel Espinosa, que también trabajaba en la imprenta. En la parte baja
había un gran salón que servía de bodega de papel, pues en aquella época no
había en el país fábricas de papel y éste se importaba de Estados Unidos por
carros enteros de ferrocarril. En la
parte alta del primer salón estaban la oficina y el almacén, tanto de productos
terminados como de papel en cantidades más fáciles de manejar, así como de
tintas y de artículos indispensables.
De ahí se
pasaba al taller de grabado y de impresión, a un salón de transporte y a otro
salón de dibujo. El ala del frente tenía un taller de grabado de impresión,
así como el sistema de pruebas con un
rol. En el ala izquierda todos los "chivaletes" con los tipos,
en el ala derecha, pegadas a la pared del patio, las máquinas de imprenta. Estas eran: una máquina para pequeñas
impresiones marca Liberty, había también una Chandler, una Cordón y una
bronceadora. En la sección de
litografía, que era la mayor, cuatro prensas: una pequeña, una media cuádruple,
una cuádruple y una triple. Entre el salón de transporte y el final del salón
estaban los molinos para la fabricación de tinta y mesas de limpieza de las
piedras. En el ala trasera estaban las cortadoras, cizallas, perforadoras,
máquinas dobladoras, engrapadoras, el departamento de encuadernación y una
máquina rayadora. Había también una caldera de vapor para mover las flechas de
acero y las bandas que hacían funcionar todo el taller, al cual luego se le
aplicó la fuerza de la electricidad. Por un documento de balance de capital
hecho por Nazario Espinos en 1902 de su puño y letra, que se ha conservado
hasta nuestros días, podemos darnos una idea del valor en metálico de aquellos
bienes que se perdieron, el cual ascendía en ese año a 89 mil pesos.[12]
Verdadero centro de activad, de trabajo y de cultura que esplendió en la ciudad
de Zacatecas que tristemente terminó en la ruina. El edificio donde se
encontraban los talleres, situados en el Callejón del Cobre #s30, 32-34, cerca
del Callejón del Borrego, fue a la postre vendido y reducido con el pasar del
tiempo y las vicisitudes revolucionarias a una vecindad, quedando el gran patio
con aljibe transformado en pasto para vacas al ser transformado en un establo.
Cuando la
entrada de Pancho Villa en Zacatecas, sus tropas hicieron cuartel en la
imprenta, destrozando las máquinas y robando todo lo que pudieron, volando la
papelería de Don Nazario a consecuencia de la temible explosión que hubo en un
edifico del gobierno, donde después estuvo el Cine Ilusión. Como suprema
humillación a punta de pistola obligaron al orgulloso litógrafo, pasando la
barbarie sobre sus ideales de tolerancia, racionalidad y buena fe, a barrer con
una escoba los papeles quemados y los restos destrozados de las cajas
tipográficas, cuyas letras habían quedado esparcidas por la calle, como si
fuesen los ilegibles signos de un poema roto y mancillado. En la imprenta no
se salvaron sino unas cuantas máquinas que, luego de la ausencia su dueño,
fueron manejadas por su hijo Enrique Espinosa Dávila.
Don
Nazario Espinosa Araujo murió un lustro después de aquel incidente, el 30 de
marzo de 1919, unos meses antes de cumplir los ochenta años de edad, en la casa
donde vivía, situada la Plaza de Miguel Auza #29, descansando sus restos fúnebres en una fosa
del lote #7 del panteón de “La Purísima”, en la ciudad de Zacatecas que tanto
amó.
X
Con los exangües restos de todo aquello, su
hijo Enrique pagó deudas y enfermó, agobiado por la falta de trabajo y que
agravó lo extenso de su familia, malvendiendo el gran taller del Callejón del
Cobre y Borrego, y descuidando decididamente la imprenta al entrar a trabajar a
una agencia regenteada por Don Epigmenio Gonzáles Flores, donde se reportaban
minas, las cuales eran en aquel entonces frecuentemente “envenenadas”. La
imprenta siguió trabajando, aunque malamente, como a su pesar, y ya sin la
originalidad creativa de otro tiempo, tal como lo revelan algunos documentos,
como el folleto: “Coronita del Espíritu
Santo para alcanzar el remedio de nuestras necesidades”, firmado
simplemente con la fecha, 1922, y al calce simplemente la firma “Espinosa,
Zac,”.
A la muerte de Enrique Espinosa Dávila en 1928 ya se habían perdido
muchas piedras y quedaban sólo unas cuantas máquinas impresoras de menores
dimensiones, asumiendo su hijo Antonio Espinoza González el cargo de regente,
llevándose después los maltrechos restos de aquella empresa a la Plaza de
Miguel Ausa, a un local que resultaba comparativamente pequeño, cerca de la
Iglesia de San Agustín, en 1937, quedando el resto de los Talleres en poder del Banco de
Zacatecas por una acción judicial.[13]
En ese local estuvo trabajando la imprenta hasta 1944, año en el cual Don
Antonio Espinosa se separó de esposa y decidió marchar a vivir a la Ciudad de
México, vendiendo así todos los restos que quedaban
del viejo taller –acontecimiento que cerraba el
círculo de uno de los talleres de estampa más lustrosos, profesionales y
singulares y de mayor calidad artística que han existido en el Norte del México.
La trayectoria litográfica y como editor de
Nazario Espinosa Araujo forma parte medular de la historia de la imprenta en
Zacatecas, pero también es capitulo a considerar para la historia del arte en
México, debido a la calidad de su obra gráfica y a la organización empresarial
alcanzada en el desarrollo de una industria de reproducción mecánica que aunque
moderna estaba hecha todavía a la medida humana. Se ha dicho, y
con razón, que el estilo es el hombre.
La historiadora del arte de origen belga
Maestra Anne Leyniers ha sido la primera investigadora en ocuparse del estudio
de iconológico de la obra de Nazario Espinosa, destacando que el gran caudal de
imágenes del artista zacatecano da cuenta del impulso modernizador y de las
actividades productivas de la región en la segunda mitad del siglo XIX y
primeras décadas del XX. En efecto, la obra gráfica del ilustre litógrafo da
cuenta de las invenciones revolucionarias de la modernidad, tales como la luz
eléctrica, el telégrafo, la máquina de vapor, el ferrocarril y la fotografía.
El estilo publicitario que desarrolló el
maestro de la estampa y de la reproducción mecánica se caracteriza por sus
elementos narrativos, que lo diferencia de la concepción actual, cuyo diseño es
más compacto, centrado en la codificación de una idea o de una imagen
seductora. El despliegue del simbolismo gráfico y del lenguaje ideográfico
abunda en la representación de los símbolos patrios presentes en los informes
gubernamentales, pero también en etiquetas comerciales y anuncios comerciales,
entre cuya s viñetas publicitarios se revela un gusto por los emblemas de los
diferentes oficios dominantes de la época, que son expresión de la pujanza y el
progreso en la capital del estado. Así,
el arquitecto es representado junto con los emblemas de su oficio, los
instrumentos de medición y dibujo; el médico por el caduceo; el boticario junto
con su mortero y maja; el cartógrafo por su mapamundi; el minero por su
martillo, pico y pala y el tipógrafo por la prensa, el rodillo y el busto de
Gutemberg.
El gusto por la combinación tipográfica, por
los relieves y garigoleos tenía como sentido profundo el rescate del símbolo,
inquietud que empezaba a despertar en aquella época.[14]
La historiadora ha observado con acierto que la tendencia iconográfica de
Nazario Espinosa constituye una especie de nuevo clasicismo de carácter
ecléctico y universal y de profunda identidad mexicana. En efecto, las
composiciones complicadas del artista, teniendo como esencia un estilo barroco
sin voluntad barroquizante, incluye equilibradamente elementos de la antigüedad
greco-romana, del renacimiento y del neoclásico, del romanticismo,
historicismo y del modernismo, más algunos rasgos de inspiración gótica, siendo
en resumen una expresión de raro e inusitado tradicionalismo acorde al ritmo de
los tiempos.[15]
A ello hay que sumar el desarrollo,
prácticamente ilimitado, del diseño tipográfico, encontrándose en la obra un
sin fin de diseños para las formas alfabéticas, algunas de ellas de verdadera
astucia contenida, siendo frecuentes los elaborados relieves así como la
variedad, en una misma impresión, de tipos e intenciones gráficas, las cuales
van de la caligrafía manual y de la letra palmer a las letras de molde,
destacándose en este terreno una especial abundancia en la imaginación
compositiva y en la creatividad formal.
La fundación de ciudades, como la de pueblos y familias, está edificada con las piedras del mito. El
mito estará siempre ahí, y es imposible borrarlo o reducirlo a cenizas. Algo de
ello tienen también las estampas litográficas que se labraron en el Siglo XIX
mexicano: están ahí como un fundamento, como un origen a la vez último e
irrebasable circularidad. Porque la litografía suma a las artes gráficas una
misteriosa dimensión, solo comparable al indefinible poder de los espejos. A
medio camino del arte del dibujo y de la técnica de reproducción mecánica, el
grabado en piedra resulta así una semilla intencional cuya potencia puede
actualizarse y multiplicarse y crecer en extensión hasta alcanzar los miles de ejemplares.
Hoy los eventos históricos en cuanto tales, vistos por el historicismo
europeo en el Siglo XIX como hechos últimos, comienzan a perder el poder de su
autonomía, siendo considerados ahora sobre marcos más generales: el de la
cultura, el del destino de un pueblo, etc. Es decir, comienzan a ser mejor considerados el lo que hay en ellos de símbolo,
esto es de fuente y origen. Superado el historicismo, y el positivismo que le
es anejo, con sus negativos corolariaos de individualismo y asimbolismo, la
perspectiva histórica hoy en día aprecia los hechos pero ya no en sí mismos, ni
siquiera para integraros a una serie de hechos humanos que le preceden, sino
como la clave, la llave o el puente que nos permiten comprender a una época
–porque el símbolo totaliza, globaliza y enmarca. De la misma forma ya no interesa tanto la
historia de un hombre en sí, ni su categoría social o económica, sino su
destino: su símbolo. A ello hay que sumar que el pensamiento simbólico y su
profunda tradición se refugió en ese siglo, más que en la iglesia o en la
francmasonería, en las artes de la estampa, particularmente en el arte
litográfico. Cuando menos el minucioso simbolismo filtrado en las piedras
labradas por el lápiz de Don Nazario Espinosa así lo probaría. Es cierto
también que están presentes los símbolos y signos de los tiempos, de un periodo
problemático y de transición entre dos visiones del mundo y de la vida, que
señala el paso de una atención en la vida trascendente y de la cercanía con lo
sagrado a la distracción de la vida moderna en la inmanencia del ahora, de los
servicios, de la multiplicación de las mercancías y el consumo, así como de la misma
aceleración del tiempo histórico.
Existen escasamente tres retratos
conservados de Nazario Espinosa: uno de joven, que lo muestra dispuesto a
enfrentar la tarea de la vida con ilusión; vemos en él a un hombre discreto,
soñador incluso, vestido a la usanza de los tiempos; otro de viejo, estragado
por el tiempo, una mirada casi se diría que escéptica, un tanto desaliñado, pero
en la que se conserva una especie de arrogancia, de orgullosa prestancia por la
trayectoria lograda y por los logros de la obra realizada tras medio siglo de
producción de estampas litográficas y editorial. Hay un tercer retrato, pero
esta vez realizado con la palabra, por su hija menor, la Señorita María
Magdalena, quien conservó por mucho tiempo una medalla y muchas distinciones
honoríficas otorgadas a su padre.[16]
Ella misma lo describió al artista lapidario de la siguiente manera: “Complexión mediana pero musculosa, erguido y
de paso firme, cabello entrecano, ojos café, bigote a la inglesa, estricto y
determinante en su trabajo; e actividad poco común a su edad, ponía a su
persona el más elocuente ejemplo de laboriosidad. Afable y servicial para con
sus amigos y caballeroso y cortés hasta con los contrarios a sus ideas formaban
la característica del ilustre tipógrafo y grabador a la edad de 80 años, tal y
como la generosidad de los zacatecanos que lo conocieron y trataron lo
recuerdan.”[17]
Nazario Espinosa Araujo fue ejemplo sustantivo del nivel y desarrollo
alcanzado por el arte litográfico y las profesiones liberales en el centro del país, donde llegó a uno de
sus puntos más altos y a una de las últimas florescencias de su plenitud. A la
manera de inventor de la estampa en piedra Alois Senefelder (1771-1834), Don
Nazario Espinosa se retiró los últimos años de su vida a su estudio dedicándose
al arte de la pintura al óleo; pocas obras nos han quedado de ese tiempo, sobresaliendo
sin embargo el retrato del Apóstol San Pablo, de ardiente rostro y desmadejados
cabellos, cuyas proporciones clásicas no ocultan la piedad del evangélico
semblante; figura que ostentando luengas barbas níveas se presenta leyendo en
una moderna impresión el libro eterno -como símbolos todos ellos de las
virtudes morales máximas: la Frónesis,
(que es la prudencia); la Templanza, entendida como contención, pero sobre todo
como don de la propia persona o el dar de sí; el Nous o inteligencia, que es el fuego penetrante de la intuición y
de los arquetipos inamovibles o de las formas puras; la Sofía, entendida como desarrollo y amor por las cosas más sencillas
y pequeñas, también por aquellas más grandes y que son propias del espíritu; y
la Fortaleza, o resistencia, que interior, y que se sobrepone resignadamente a
la adversidad.
Nuestro pasado es ahora valorado no tanto por ser historia, sino por ser origen, dejando de tomar el primer plano el dato para ser relevado por el símbolo, por el emblema, por el signo, y porque ellos a la vez se engarzan y condensan una gran tradición espiritual. La obra y vida de Nazario Espinosa, como la de otros litógrafos de la época, se presenta así como un invaluable testimonio gráfico de todo un periodo promisorio y optimista del centro de la república, en donde puede leerse también toda una interpretación y recreación de la historia en la que se vislumbraba el centro axiológico de un esplendor futuro, hecho a tercias partes de emoción trascendente, de técnica de reproducción y del arte de la representación. Visión esencial de la tierra también, de la tierra roja con el sabor del cinabrio, en la que artista se trasplantó para crecer, echar raíces y prodigar sus frutos, dejando para nosotros como patrimonio intangible una visión de la cultura, cuyas temas y problemas calan hasta nuestro futuro, hoy presente, la cual él mismo artista dibujó, componiendo a manera de exhorto, de oración y de acción de gracias, como símbolo pues, una espléndida quinteta, a la vez bizarra y modernísima, que reza:
“¡Zacatecas, tierra de Dios
y de María santísima,
futuro puerto de mar,
donde en las noches apagamos las luces
para que no nos confundan con Londres!”.
Apéndice
A continuación se trascribe la ficha bibliográfica de algunos volúmenes,
folletos y revistas editados en la Imprenta de Nazario espinosa Araujo:
Bibliografía:
·
Trídulo,
Letanías y Gozos dedicados al Santo Niño de Atocha. 1886. Zacatecas, Imprenta y
Litografía de Nazario Espinosa.
·
Trídulo
en Obsequio de la Augusta y Santísima Trinidad. 1897. Zacatecas. Nazario
Espinosa. Imprenta y Litografía.
·
Revista
La libertad. 1904.
·
Revista
de Zacatecas. Ilustrada. Julio de 1913. #1.
·
Revistad
e Zacatecas. De Ignacio Flores Maciel. Causier. 1914.
·
Bouquet
para el Bello Sexo. 2º Almanaque para 1889.
·
Memoria Minera que el Supremo
Gobierno del Estado de Zacatecas presenta a la Exposición Mundial de París. 1889.
·
La novela de costumbres del
licenciado Rafael Ceniceros y Villareal La Siega.
·
Instrucciones
de Religión, Moral y Urbanidad. Escritos en verso castellano por el Presbítero
José Francisco Sotomayor. 1895. Zacatecas, Nazario Espinosa.
·
Jesús
Torres, Informe del Seminario Conciliar de la diócesis de Zacatecas.
1889-1890. Rector Jesús Torres. Imprenta y Litografía de Nazario Espinosa.
1890. 28 pp.
·
Julio
M. Márquez. 14. O el Señor Lic. Rojas ante el público con la cuestión del
“Mesón de Arrieta”. Tomo II, Zacatecas, Imprenta y Litografía de Nazario Espinosa,
1889. 21 pp.
·
Wistano
Luis Orozco. Defensa producida por el Lic. Wistano Luis Orozco a favor de sí
mismo ante el Sr. Juez #2 de lo general de Zacatecas, en el proceso seguido ante
dicho funcionario, contra el mismo Orozco y contra el Sr. D. Francisco
Avellaneda, administrador local de caminos por homicidio frustrado y portación
de arma prohibida. Zacatecas. Imprenta y litografía de Nazario Espinosa, 1891.
33 pp.
·
Manuel
Pámanes. 2ª Defensa producida por el Li. Manuel Pámanes ante el Supremo Tribunal
de Justicia del estado de Zacatecas en la causa instruida contra Enrique del
Hoyo por homicidio. Zacatecas, Papelería y Talleres de Nazario Espinosa. 1899.
39 pp.
·
Ambrosio
Romo Vega y E. Ramírez, Pretorismo, Plutocracia y Clericalismo.
1910. Imprenta Nazario Espinosa. Zacatecas.
·
Ambrosio
Romo Vega, Fórmula barométrica de nuevo tipo y tablas para la nivelación de alta
precisión. 1911. Taller de Nazario Espinosa. Zacatecas.
·
T.
A. Tiscareño, Nuestra Señora del Refugio, patrona de las misiones del Colegio Apostólico
de Nuestra Señora de Guadalupe de Zacatecas. 1901. Talleres de Nazario
Espinosa. Zacatecas.
·
Alfonso
Toro, Estudio sobre el origen del hombre en América y su vida en los tiempos
prehistóricos. 1906. Talleres de Nazario Espinosa. Zacatecas. 22 pp.
·
Juan
Brefa, “Estudios de climacología Médica de Zacatecas: Memoria presentada a la
Academia Nacional de Medicina de México, por su socio correspondiente Juan
Brefa en cumplimiento de la Fracción 1, artículo 38 del registro”. 1892.
Imprenta y litografía de Nazario Espinosa. 91 pp.
·
La Última Epidemia de Tifo en Zacatecas. Memoria
presentada en la Academia nacional de Medicina de México por Juan Brea. 10 de
mayo de 1893. 1993. Impresor y litógrafo Nazario espinosa, 32 pp.
·
Eclesiástico Zacatecano. Poliantea
histórico-zacatecana por un eclesiástico zacatecano. Zacatecas. Nazario
Espinosa, Imprenta y Litografía. 42 pp.
·
Luis
Rey, Apuntes
de un reportero. Zacatecas. Imprenta y Litografía de Nazario Espinosa.
15 pp.
·
José
Espino Nava. 12 sermón. Predicado en la Santa Iglesia Catedral el 19 de marzo y
mandado imprimir por el director de la asociación, Sr. San José, a quien el
autor tubo la bondad de dedicarlo, 1887. Zacatecas. Imprenta y litografía de
Nazario Espinosa.
·
Diego
de la Trinidad Romero, 30 sermón. Predicado en la insigne y colegiada catedral
de México con ocasión de la fiesta de Nuestra señora de Zacatecas, celebrada en
honor de María santísima de Guadalupe el 12 de septiembre del presente año por
el autor, Presbítero D. Diego de la Trinidad Romero. 1890. Zacatecas. Imprenta
y Litográfica de Nazario Espinosa. 12 pp.
·
José
de Jesús Alva y Franco, Sermón de María de Guadalupe predicado en el templo
parroquial el día 12 de diciembre por el cura interino Guadalupe de J. Alva.
Zacatecas, Imprenta y litografía de Nazario Espinosa. 17 pp.
·
La Caridad, Establecimiento Católico de
educación Gratuita para Niños. 1887. Zacatecas. Imprenta y litográfica de
Nazario Espinosa. 24 pp
Fuentes. Algunos de estos papeles están en: University of Illinois.
Urbans Camping. Catálogo de Papeles México XIX. Fondo.
[1]
Víctor Ruiz Meza: Apuntes para la Historia de la Litografía en Toluca en el siglo XIX,
México, 1948. Junta Mexicana de Investigaciones Históricas.
[2] Manuel Toussaint, La
Litografía en México en el Siglo XIX. Sesenta facsimilares con las
mejores obras. Estudios Neolitho, M. Quesada. B. México 1934. Con un Prólogo de
Enrique Fernández Ledesma, Director de la Biblioteca Nacional.
[3] Posteriormente José
decaen se asoció con Agustín Massé, ubicando su taller en el Callejón de Santa
Clara #8 (hoy Filomeno Mata) y publicando las novelas Don Quijote de la Mancha e
Historia
de Napoleón. La obra más importante editada en la imprenta de Massé y
Decaen se realizó en 1841, reeditándose en 1855 y 56, con el álbum del artista
italiano Pedro Gualdi: Monumentos de México tomados del natural,
pieza notable de todos los tiempos por el detalle de su dibujo y la
grandiosidad con que plasmo la arquitectura de la ciudad de México. El
maravilloso álbum consta de 12 litografías en blanco y negro en las que
desfilan las vistas del Palacio de Santo Domingo; el Interior de la
Universidad; el Interior de la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe; el
Interior del Palacio de Minería; el Interior de Catedral; la Fuente de la
Alameda; el Paseo de la Independencia; el Patio del Convento de la Merced; la Antigua
Cámara de Diputados, y la Casa Municipal. En 1869 Victor Debray había adquirido
el viejo taller de Antonio Decaen, quien quedó sin embargo al frente de la
imprenta como regente, y editan, en el año de 1877, el Album del Ferrocarril Mexicano,
con textos de Antonio García Cunas y 24 ilustraciones litográficas, casi todas
ellas de Casimiro Castro, estampadas a color (cromolitografía). Unos años más
tarde Debray publicaría el Álbum Mexicano, obra pequeña y
apaisada con imágenes de diversas ciudades de la República, exacerbando sin
embargo el espíritu mercantilista de su empresa, cuyo sentido francamente
comercial degeneraría posteriormente en el cromo. En ese mismo año de 1877 el
litógrafo y editor zacatecano Nazario Espinosa se trasladaría a la Ciudad de
México no por tren, sino por diligencia, cuando el viaje duraba 19 días con
escalas, con el objeto de enterarse de las nuevas estampaciones en
fotolitografía y de comprar una prensa editorial. El poeta y letrado zacatecano
Enrique Salinas Enriquez nos ha hecho notar un registro del viaje de Nazario
Espinosa a la Ciudad de México en las Diligencias Generales, que se encuentra
en la Enciclopedia de México, Edición Rosa, Tomo XII, pág. 526.
[4] Pedro Robert llegó a México en
1826, realizando en 1827 un importante trabajo litográfico, copiando los
dibujos arqueológicos de Frederich Waldock , Colección de Antigüedades
Mexicanas que se exhiben en el museo Nacional (1827),
encargadas por el propio Museo Nacional y de cuyo imponente proyecto de 600
planchas sólo se realizaron las 12 primeras. Carlos Fournier se asoció al empresario mexicano
Severo Rocha, fundando el primer taller litográfico en forma en México,
conocido como Rocha y Fournier. El segundo taller litográfico lo formaron José
Decaen y Federico Mealhe, con una prensa litográfica traída de Paris en 1838. El
litógrafo, impresor y dibujante Federico Mealhe
dejó constancia de su trabajo con una impresión sobre Chapultepec, pero rompió
la sociedad don Decaen debido a una desavenencia. Marchó a París y en 1836
participó en el álbum de estampas de Carl Nebel, patrocinado por el Baron
Alexander Von Humboldt, Voyage Pinttoresque et archeológique dans la
parte la plus interesante du Mexico (1837), realizando las planchas
litográficas junto con los artistas Jean Baptite Arnolut y Alexis Joly,
estableciéndose en Cuba a partir de 1838 y donde trabajaría por 20 años.
[5] El hijo primogénito, Enrique
Espinosa Dávila, casó con María de la Mercedes Gonzales Flores (1881-1946), de
Guadalupe, Zacatecas, hermana del célebre literato y editor Don Jesús B.
González (Bufalmaco). Tuvieron 12
hijos: Bertha, que murió de niña (1902-1907);
Antonio (1904-1970); Enrique (1905-1944); Consuelo (1907.1979); Bertha
(1909-1985); José Luis, quien murió en la cuna (1910); José Nazario
(1912-1995); Carlos (1915-1979); Mercedes (1917-1999); José Luis (1919-2002);
Salvador (1922-1980), y; María Aurora (1923-2003). Su hija Guadalupe casó con
Don Enrique Ibargüengoitia (1807-?) y tuvieron sólo un hijo, Joaquín Enrique
(1913-?). Aurora casó con Don Agustín Álvarez (1870-1909), tuvieron sólo un
hijo, el Arquitecto Roberto Álvarez Espinosa (1892-1984), quien casó a su vez
con Consuelo del Valle Arispe (1893-1895), de Saltillo, hija del gobernador de
Coahuila Jesús del Valle, y hermana menor del Bachiller Don Artemio del Valle
Arispe. Se cuenta que Don Nazario acepto como hijo natural a Manuel Espinosa
(1872-?), hijo de una mujer humilde, quien fue impresor en los taller y murió
joven.
[6] Salvador Vidal, “La Imprenta y el Periodismo en Zacatecas”.
Ed. Imprenta del Sr. Arciniegas. Zacatecas, 24 de mayo de 1949. Pág. 4.
[7] En el año de 1822 el jefe
político de la Provincia de Nueva Galicia, Don José Monter, propuso al gobierno
del Primer Imperio Mexicano de Agustín de Iturbide, el establecimiento de la
primera imprenta en la región, a presupuesto del impresor de la Ciudad de
México Alejandro Valdez, por 790 pesos, iniciativa que quedó en suspenso por el
derrocamiento republicano del Primer Imperio Mexicano de Iturbide. Salvador Vidal, “La Imprenta y el Periodismo en
Zacatecas”. Ed. Imprenta del Sr. Arciniegas. Zacatecas, 24 de mayo de
1949. Pág. 4. Trabajo leído en el Congreso Mexicano de Historia, que se
verificó en la Ciudad de Zacatecas del 8 al 17 de septiembre de 1948, en la IX
Sesión, Primera Asamblea de Mesa Redonda, el 17 de septiembre de 1948. Trabajo
inserto en el libro de Federico del Real Espinosa, Álbum de Familia. Ocho Lustros de
Vida Zacatecana. México. 1ª Ed. Del Autor. 1991.
[8] Además del texto de Salvador
Vidal puede verse: Luis Medina Lizalde, “Breve itinerario histórico de la
Prensa Zacatecana”.
[9] En el libro de viajes del
italiano Alfonso Doleiro México
al Día, Impresiones y Notas de Viaje (Librería de la Viuda de C. Bouret,
Paris-México, 1911) el autor refiere que en su visita a la imprenta de Don Nazario “Nos causó maravilla la perfección de los
trabajos que ejecutan en aquella Casa, Bornetti me hizo observar la perfecta
imitación de un anuncio a colores que figuraba Tosca cunado pone el crucifijo
sobre el pecho de Scarpia”. Por su parte
Juan A. Pérez, en su Almanaque
Estadístico (México, 1876,
Pág. 679), consigna que Don Nazario no omitió esfuerzos para desempeñar al
mejor su trabajo, adquiriendo en 1876 una magnífica prensa mecánica de las
últimas, perfeccionada y fabricada en París en ese mismo año.
[10] De acuerdo al testimonio de
Enrique Salines Enríquez correspondió a los maestros Ezequiel Saucedo, Fernando
Rodarte y J. Guadalupe Escobedo ser protagonistas del nacimiento, en su
estancia en la gran metrópoli, de la Confederación Regional
Obrera Mexicana (CROM). Enrique Salinas,
Miografía
Litográfica Zacatecana, Fundación Roberto Ramos Dávila, A. C.
Zacatecas, México. 1ª ED. Mayo de 2000, Pág. 23.
[11] Datos obtenidos de un escrito
personal de uno de los nietos de Nazario Espinosa, Don José Nazario Espinosa González, fechado en
1987, titulado “Pequeños datos que recuerdo sobre mis antepasados y que
futuros sepan de donde proceden”.
[12] El costo estimado de bienes
habría sido el siguiente: el valor de la finca donde se encontraban los taller
ascendía a 19, 248 pesos; el de la imprenta con máquinas y útiles a 15, 644
pesos; el del taller de litografía con máquinas y útiles a 23, 584; la encuadernadora
a 6 652 pesos; el de la caldera de vapor que proporcionaba la fuerza motriz a
5, 530 pesos; las mercancías a 12, 871 pesos; más los muebles y enseres de
ambas imprentas a los que sumaba los útiles del fotograbado por cerca de 3, 000
pesos más. Los adeudos diversos y
documentos a pagar sumaban 32 mil pesos. Todo lo cual daba un resultado de más
de 56 mil pesos libres de polvo y paja.
[13] En la Plaza Miguel Auza, en los
bajos del edificio que fuera el Hotel Zacatecano, estuvo en 1905 la “Imprenta Literaria” del Señor Domiciano
Hurtado, quien publicaba ahí el periódico “El
Correo Zacatecano”, dirigido por Mariano Elías. Otra imprenta que estuvo en
esa calle hasta 1909 fue “La Imprenta de
Thomas Lorck”, estando situada en la Antigua Plaza de San Agustín #21.
[14]
Hipólito
Salazar publicó en su propio taller fundado en 1840 un extraño e importantísimo
trabajo: Iconología o Tratado de Alegorías y Emblemas de Gravelot,
traducido por Luis G. Pastor (1866).
[15] Anne Leyniers, “Nazario
Espinosa: Comentario Estilístico”, publicado por el Suplemento Trópico de Cáncer de El Sol de
Zacatecas, Año 1, # 52, Domingo 8 de Abril del 2001.
[16]
Enrique Salinas, Miografía
Litográfica Zacatecana, Fundación Roberto Ramos Dávila, A. C.
Zacatecas, México. 1ª ED. Mayo de 2000. Cabe destacar aquí el homenaje póstumo
realizado a Don Nazario Espinosa por el singular poeta y extraordinario
periodista zacatecano Don Enrique Salinas Enríquez, quien en el año de 2001
montó la muestra “Instantáneas del Alma”
en el Museo Zacatecano, compilando más
de 60 imágenes originales datadas entre 1865 y 1910, armada como ofrenda del
sabio literato al preclaro personaje, editando unos años antes, en 1999, un
ensayo pionero de investigación sobre el artista titulado “Monografía Litográfica Zacatecana.
Instantáneas
del Alma.
Hola! Quisiera saber si de casualidad el apellido Swain surge al momento de tocar el tema de litografía e imprentas en Zacatecas. Mi bisabuelo Alberto N Swain (1863-1908) fundó la primer imprenta en Torreón, era oriundo de Zacatecas. Su padre, Tomás Swain (1839-1877) murió en Zacatecas, hijo de Mark Swain y Harriet Wroe. En base a algunos documentos es posible que Mark Swain (Ingles) fuera litógrafo de profesión y que se haya asentado en Queretaro antes de trasladarse a Zacatecas. Gracias de antemano!
ResponderEliminarComo podría contactar con ustedes soy bisnieto de un personaje citado en esta gran historia tengo fotos y trabajos reales de mi bisabuelo
ResponderEliminarHola estoy interesado en fotos y trabajos de esta época. En particular en la obra de García Cubas, Casimiro Castro, Debray, Decaen, etc. Por ejemplo, que técnicas se usaron para las cartas generales, y atlas históricos, etc.
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